semana 13


GEOMORFOLOGIA LITORAL



La geomorfología litoral se preocupa de estudiar las geoformas resultantes de la morfogénesis marina en el borde costero, el cual es la zona donde interactúan tres ambientes geográficos: la hidrosfera, (océano), la litosfera (continente) y la atmósfera.

En sentido estricto, el contacto entre la tierra y el océano ocurre en el
estrán, espacio comprendido entre el nivel de la máxima pleamar y de la máxima bajamar (amplitud de marea).

Las costas no han estado siempre localizadas en su emplazamiento actual; se han sucedido
transgresiones y regresiones en el curso de la historia geológica en que las glaciaciones y los movimientos tectónicos han hecho fluctuar el nivel marino. Es por ello que, en un sentido amplio, la zona costera abarca todas las geoformas cuyo origen haya sido la acción marina, aún cuando, actualmente, ellas no estén en contacto con el mar (ver foto inicial).

La acción marina alcanza a una porción de tierra superior a la orilla de más alta marea: como
acantilados, espacios alcanzados por las salpicaduras del oleaje, además de zonas siempre sumergidas próximas a la orilla.

        
 Resultado de los procesos litorales, aparecen morfologías cuya clasificación puede realizarse según varios modelos. Uno muy utilizado recientemente, alude a su dinámica tectónica en relación con las márgenes de placa. Sin embargo, en Geomorfología tiene prioridad la configuración fisiográfica general y, de acuerdo con ella, los tipos más frecuentes de costas son:

    De ría.   Aquéllas en las cuales un valle fluvial queda inundado por el mar. A veces se refieren como costas de inmersión debidas a compensación tectoisostática; los mejores ejemplos corresponden a las rías gallegas e irlandesas. A este tipo suele asociarse el estuario.
  
 De fiordo.   Similares a las de ría, pero con una notable canalización del agua marina penetrando en antiguos valles glaciares. También se denominan costas en emersión por compensación giacioisostática. A este tipo pertenece la costa noruega.

De isla barrera y lagoon.   Presentan su línea de ribera (shore line) adelantada a un recinto acuoso (lagoon), cerrado o semicerrado por una alineación arenosa de acreción marina o barrera. Muchas zonas del Golfo de Méjico pertenecen a esta topología. En España, la costa del Mar Menor puede incluirse en este contexto.
  
 Arenosas o de playas estabilizadas.   Al contrario que las anteriores, aquí coinciden línea de ribera (shore line) y de costa (coast line). Se trata de una franja mixta (emergida­sumergida) de perfil tendido hacia el mar, en la cual se produce removilización continua de material; tierra adentro (hinterland) abundan formaciones dunares. Buen ejemplo son la mayoría de las playas del litoral español.

 Llanuras de marea.    Costas de fisonomía muy llana, con un gran desarrollo de la zona intermareal, frecuentes ciénagas y zonas pantanosas, sedimentos de decantación, y abundante cobertera vegetal circundante. La roca del sustrato a la morfología tienen escasa participación en sn dinámica, y las aguas son mixtas continentales-marinas. Es el caso de algunas costas en el Mar del Norte, Florida, Tierra de Fuego y, hasta cierto punto, muchas marismas de la Península Ibérica (Guadalquivir, Santoña).
  
 De delta.    Corresponden a zonas donde las aguas continentales “invaden" el dominio marino, dando lugar a una construcción cónica o en abanico. Son abundantes por todo el mundo; en la Península Ibérica destacan las desembocaduras del Ebro y, en menor grado, Llobregat y Besós. Pueden consultarse imágenes de deltas de todo el mundo tomadas por el satélite Landsat

Arrecifales.    Construcciones biogénicas que emergen en superficie definiendo barreras; los casos más notables son las barreras anulares que forman atolones, características en el cinturón de islas del Pacifico central.

Acantiladas.     Denominadas también tectónicas, estructurales y, a veces, de elevación, ya que suelen estar controladas por actividad endógena reciente (tectónica o volcánica), o su estructura y litología. Constituyen escarpes netos hacia el mar, en general "vivos"; es decir: evolucionan debido a la acción directa de las aguas marinas, junta a otros procesos característicos en estas fisonomías (gravitacionales, meteorización, arroyada, etc.). Los escarpes pueden quedar abandonados tras una playa o rasa marina, comunmente originadas por retroceso del acantilado; en estos casos su evolución es más lenta, al desaparecer la acción directa del oleaje o, a lo sumo, afectarles durante algunos temporales. Buena parte del litoral hispano tiene este carácter: tanto el insular canario y balear como el peninsular en costas montañosas de las Béticas, cadenas Costero Catalanas, bordes pirenaicos, cántabro-astur y altiplanicies gallegas.





  
Si predomina el desgaste, arranque y transporte, terminarán por generarse notables vaciados o denudaciones; tanto la meteorización como el arranque-removilización son mayoritariamente las acciones responsables de estos vaciados.
La meteorización, fundamentalmente bioquímica, está favorecida por la agresividad del agua marina (salinidad, acidez, ionización, etc.) y la presencia de organismos vivos; afecta sobre todo a acantilados y llanuras intermareales. En éstas ultimas puede llegar a formarse una orla o capa de meteorización, que marca el nivel de oscilación mareal.
El arranque-removilizacion lo ejercen el oleaje y sus corrientes asociadas; desagregación, desmenuzamiento y arrastre, son los fenómenos más comunes. Todos ellos se producen mediante la “transferencia” energética en la zona de rompiente, según las modificaciones del flujo.
En costas acantiladas, la energía se concentra en el choque, zapamiento y evacuación de material que compone el escarpe; su forma y evolución dependen en gran medida de la litología y estructura.
La formación de plataformas o planicies de abrasión marina, considerando todas sus etapas evolutivas, comienza a partir de una costa acantilada: un primer paso corresponde al retroceso del escarpe por zapamiento y caídas gravitacionales; posteriormente irá desarrollándose una planicie en la zona intermareal, dada la acción conjunta entre meteorización y oleaje que desagrega y removiliza los derrubios procedentes del retroceso en el acantilado; durante tormentas excepcionales, la removilización afecta también a materiales estabilizados sobre zonas más alejadas y permanentemente emergidas.

Las rasas, superficies que dan paso a una línea de costa acantilada, fueron interpretadas en su mayoría como antiguas plataformas de abrasión marina posteriormente elevadas o que quedaron colgadas al descender el nivel del mar, si bien en muchos casos se trata de superficies de erosión continental o mixta.
Junto a las formas mayores descritas, aparecen otras menores, meso y micromorfologías, como son: grietas, lapiaces, socavaduras, arcos marinos, islotes rocosos y similares. Todas proceden de la corrosión y arranque mecánico concentrado en sectores preferentes. Otras acciones de arranque-removilización son debidas a la actividad biológica (bioerosión), muy activa en estas zonas.
Un caso particular de morfologías asociadas a fenómenos “destructivos” son los estuarios, y corresponden a relieves deprimidos donde la línea de ribera presenta una inflexión hacia la zona o dominio terrestre. Hacen posible este fenómeno, tanto la morfología del terreno como las variaciones en el nivel del mar: normalmente son valles continentales (terrestres) sumergidos en aguas marinas (o lacustres); las rías (con origen fluvial) y fiordos (con origen glaciar), pueden considerarse casos particulares de estuarios. Para todos ellos, el nivel y mezcla en las aguas, así como otros procesos asociados, dependen de la magnitud que tengan las mareas en esa zona.


 










Son acciones donde predominan “reagrupamientos y estabilizaciones” de los materiales, es decir “acreción-agradación” más o menos localizada y transitoria. Por su procedencia primaria, antes de incorporarse al ciclo litoral para formar sedimentos o acumulaciones, pueden clasificarse como: “alóctonos”, aportados por corrientes fluviales; “paraautóctonos”, aportados por procesos eólicos o derivados de la erosión en acantilados; y  “autóctonos” , desarrollados por la actividad biológica en estas aguas.
Todo ese conjunto tan heterogéneo será removilizado a lo largo de la ribera mediante corrientes litorales (long-shore currents), cuya incidencia global depende de la fisonomía y dinámica en cada costa. Dado que dichas corrientes suelen variar durante el año, si hay una dirección dominante se produce: bien una salida o “pérdida” de material hacia las zonas interiores del dominio marino (offshore), bien una acumulación en la costa según las corrientes de deriva; en este último caso dan lugar a formaciones tipo flecha o isla barrera.
Un fenómeno determinante para salidas definitivas o "pérdidas" hacia el dominio marino y renovaciones en la costa, son los temporales: aparece un oleaje con periodo largo que apila o concentra las aguas sobre la ribera, llegando a zonas más alejadas y movilizando acumulaciones que estaban transitoriamente estabilizadas en playas supe­riores y taludes de acantilados; también reactiva notablemente las corrientes de resaca, que arrastran los sedimentos mar adentro.
Según la removilización-estabilización y procedencia de los materiales, las formas constructivas resultantes serán: “mixtas” en el sentido más estricto, como las playas, llanuras mareales y lagoons; “con predominio de influencia marina”, como las construcciones biogénicas; o “con predominio de influencia terrestre”, principalmente dunas litorales y deltas.
La playa, sea marina o lacustre, constituye una franja costera debida a la acumulación de material. Este procede en su mayoría del dominio terrestre y, por lo general, es fácilmente removilizable (grava, arena, arena limosa y similar), razón por la cual son morfologías en continuo reajuste. Hasta tal punto es así, que su perfil característico, escalonado y con decaimiento progresivo hacia el interior del mar, sufre notables variaciones durante el año y según los sucesivos temporales.
La evolución global de una playa a largo p1azo, puede ser: bien la progradación hacia el dominio marino, en cuyo caso amplía la costa por estabilización de las acumulaciones; bien su retrogradación, al agudizarse los fenómenos de removilización-transporte hacia el dominio marino u otras zonas del litoral. Que predomine uno u otro proceso, depende de factores tectónicos, climáticos y, en determinadas circunstancias, antrópicos.
A causa de las removilizaciones, el fondo o lecho en la playa presenta una fisonomía comparable con el lecho alu­vial; comporta microondulaciones o rizaduras (ripple marks), macroondulaciones o megarrizaduras (mega­ripples o dunas) y fondo plano por arrasamiento y uniformización de las estructuras anteriores. La secuencia completa corresponde a estados de baja, media y alta energía, respectivamente.
Las rizaduras aparecen en todo el lecho, siendo características de zonas alejadas respecto a la línea de ribera; al contrario, la acreción o acumulación va siendo más abundante al acercarse a esa línea. Por este motivo, la sucesión más frecuente en una zona intermareal es: rizaduras – dunas -  médanos o barras litorales. La transición entre unas u otras, y su geometría o desplazamiento, dependen de la profundidad media, granulometría en los materiales, y velocidad, periodo y asimetría del oleaje. Allí donde la profundidad es mínima, zona extema de la playa baja (foreshore), las acumulaciones alteman con grandes vaciados; se trata de macroondulaciones o barras de cresta (ridge) y sus correspondientes surcos erosivos (runnel). Esta gradación tipo, como ya quedó señalado, presenta notables variaciones en función de las características espe­cificas en cada litoral: contexto fisiográfico y climático controlan la incidencia del oleaje, mientras las propiedades litológicas (composición, textura, etc.) del lecho regu­lan la capacidad de removilización.
En los mecanismos para generar estas estructuras, tiene gran importancia la distribución de líneas o zonas nodales (puntos con máxima velocidad horizontal y mínima vertical) y antinodales (puntos con mínima velocidad horizontal y máxima vertical), ya que son responsables en las acciones diferenciales de las aguas sobre el lecho, creando tramos de sombra (acumulaciones) y ataque (vaciados).
Un oleaje estacionario produce ondulaciones de gran ritmicidad (rizaduras de oscilación), propias del límite externo de la playa baja (foreshore). Uno en resonancia (interferencia del oleaje incidente y el reflejado, con desfase de 180º), ocasiona líneas nodales perpendiculares a la línea de ribera, dando una altemancia de barras y canales que encauzan las corrientes de resaca. Por último, el oleaje en pérdida de fase provoca ritmos cambiantes con tensiones de cizalla sobre el fondo, que dan lugar a barras de cresta y surco.
Por tanto, otra característica en el lecho de una playa son los regueros o canales derivados de las corrientes litorales, básicamente de resaca (rip currents).
Las playas progradantes, es decir, con un importante crecimiento de los materiales acumulados y estabilizados, pueden llegar a colmatar determinadas zonas; normalmente tienden a anularse "salientes o entrantes”, formando tómbolos y rellenos de ensenadas o bahías. Al ser un fenómeno progresivo, los sucesivos ritmos en la secuencia de acreción quedan marcados mediante una serie de resaltes o crestas de playa. Estos procesos están asociados a grandes aportes desde otras zonas y a la constancia en los ritmos dinámicos; igualmente, a unos perfiles en la línea de costa capaces de producir un “efecto sombra” para la circulación a lo largo de esa franja de ribera.
En zonas específicas con gran provisión de materiales y deriva litoral intensa, llega a instalarse una acreción continua según la secuencia evolutiva de: barras - flechas o cordones - barrera  -  isla barrera -   formación de un litoral de lagoon. A éste último lo caracteriza la isla barrera, que actúa como cierre para una ensenada o similar, dejando en su interior una laguna o lago litoral.
Un litoral tipo lagoon también puede estar originado por acreción-migración y posterior estabilización de una barra litoral; en este caso la marea alta suele desbordar esa isla barrera, comunicando dicha laguna directamente con el mar abierto. 


Sea cual fuere el origen de las lagunas litorales tipo lagoon, a todas les caracteriza el ambiente parcial o totalmente marino, es decir: su régimen o funcionamiento hidrológico está controlado por la dinámica de las aguas estabilizadas (marinas u oceánicas), mediante su comunicación a través de canales o pasos (tidal inlet) con circulación alterante según los ritmos de marea.
De este modo, en las riberas del lagoon, y sobre todo dando frente a la franja de tierras emergidas, son frecuentes las llanuras de marea (equiparables a las marismas en desembocaduras fluviales). En la isla barrera, dando frente al mar, aparecen o pueden aparecer todos los elementos característicos de una playa; para estos casos, la línea de ribera está localizada en aquellos terrenos que configuran dicha isla barrera.
Las dunas litorales pueden considerarse debidas a acciones con un predominio terrestre, y quedan localizadas en el limite externo (hacia el mar) de la franja de transición, o sobre una isla barrera; en cualquier caso, sobre la playa alta o backshore y fuera del dominio normalmente batido por eI oleaje. Por su morfología y origen, estas formas constructivas son equiparables a las de ambientes eólicos, si bien aquí suelen presentar mayor colonización vegetal.
Otras morfologías donde predomina la influencia terrestre, aunque en menor grado a lo que ocurre con las dunas, son los deltas. Un delta es una acumulación sedimentaria subacuática, generada por una corriente fluvial en su confluencia con las aguas. marinas o lacustres; nor­malmente presenta crecimiento subaéreo, formando protu­berancias cónicas a modo de abanicos. También hay casos de abanicos aluviales terrestres que, sin ser estrictamente deltas, finalizan en una masa de agua estabilizada, un lago o el mar, denominándose entonces abanicos costeros o fan deltas; su génesis está relacionada con areas tectónicamente activas o llanuras proglaciares, y presentan una nítida seriación de facies desde el ápice de salida hasta el frente de avance o progradación hacia el mar o lago.
La mayoría de los deltas construyen llanuras bien definidas, con un tramo superior claramente fluvial y otro inferior mixto que llega hasta el límite de la marea baja; en estas llanuras abundan los salares, lagunas, turberas y levees. El frente deltaico subacuático define la línea de ribera (shoreline) y tiene una estructura interna de acreción hacia el mar, con pendiente muy neta.
La formación de un delta precisa aporte suficiente­mente abundantes y rápidos como para anular la capacidad de redistribución que tengan las aguas receptoras. Dado que dicha capacidad está en función de la energía en esas aguas, los mares interiores, lagos, lagoons y aguas oceánicas semiconfinadas son los lugares apropiados para que se desarrollen deltas. El control de aportes corresponde al dominio terrestre, siendo las condiciones climáticas y la tectónica regional los factores primarios que lo regulan al definir el tipo de cuenca fluvial. Por estas circunstancias, la clasificación de los deltas marinos, y su asociación, atiende frecuentemente a dichos factores.
  Considerando que hay una serie de interacciones durante la mezcla debida a los aportes, pueden diferenciarse unas topologías deltaicas según las relaciones de densidad entre aguas afluentes y receptoras; dichas topologías son:
 Deltas de flujo homopícnico. La densidad en las aguas afluentes y receptoras es similar; caracteriza a deltas en los cuales las segundas no son salobres, como las correspondientes a lagos fluvio-proglaciares. En este caso hay mezcla casi instantánea y la sedimentación, por tanto, será muy rápida. Son de estructura sencilla, constituida por: láminas basales (bottomset) limo-arenosas o de gravas (carga de fondo); estructura intema (foreset) que define el avance o frente deltaico, con carga de fondo y limos de decantacion;  láminas a techo (topset) con material subaéreo de barras y diques o levees.
 
Deltas de flujo hiperpícnico. Las aguas afluentes son más densas que las receptoras, produciéndose una corriente basal de alta densidad que transporta el material hacia zonas más profundas y limita el crecimiento del delta. Dadas sus condiciones, es una tipología poco frecuente; por ejemplo, aguas muy frias que penetran en lagos cálidos y provocan canales erosivos en el frente deltaico.
 
Deltas de flujo hipopícnico. Se producen cuando las aguas afluentes son menos densas que las receptoras, siendo la situación más frecuente en deltas marinos. Las primeras penetran en el mar y quedan “flotando”, manteniéndose así a lo largo de distancias considerables, lo cual produce una decantación paulatina del material. La carga más gruesa de fondo es depositada inicialmente, formando una estructuración similar a la de los deltas homopícnicos, es decir: láminas basales, estructura interna o frente de avance y láminas a techo.

 

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